LAS
CUATRO TAREAS DEL DUELO
J. William
Worden
TAREA
I
ACEPTAR LA REALIDAD
DE LA PÉRDIDA
Cuando alguien muere, incluso si la muerte es esperada, siempre hay
cierta sensación de que no es verdad. La primera tarea del duelo es afrontar plenamente la realidad de que la persona está muerta, que se ha
marchado y no volverá.
Parte de la aceptación de la realidad es asumir que
el reencuentro es imposible,
al menos en esta vida. La conducta de búsqueda, se relaciona directamente con el cumplimiento de esta tarea.
Algunas personas no aceptan que la muerte es real y se quedan bloqueados en la primera tarea. La
negación se puede practicar a varios
niveles y tomar varias formas, pero la mayoría de las veces implica
negar
la realidad, el significado o la irreversibilidad de la pérdida:
Negar
la realidad de la pérdida
Puede variar en el grado,
desde una ligera distorsión a un engaño
total. Lo más probable que puede ocurrir
es que la persona sufra
“momificación”, es decir,
que guarda posesiones del
fallecido en un estado momificado, preparadas para usar cuando él/ella
vuelva. Los padres que pierden a un hijo conservan la habitación tal como estaba antes de la muerte. Esto no es extraño a corto plazo pero se convierte
en negación si
continúa durante años. Un ejemplo de distorsión en vez de engaño sería la persona
que ve al fallecido personificado en uno de sus hijos. Este pensamiento distorsionado puede
amortiguar la intensidad
de
la pérdida pero raramente es satisfactorio y, además dificulta la aceptación de la realidad de la pérdida.
Negar
el significado de la pérdida
De esta manera,
la pérdida se puede ver cómo menos significativa
de lo que realmente es. Afirmaciones como “no era un buen padre”, “no estábamos tan unidos” o “no le echo de menos”. Algunas personas
se deshacen de la ropa y otros artículos
personales que les recuerdan el fallecido. Acabar con todos los recuerdos
del fallecido es lo opuesto
a la “momificación” y minimiza la pérdida. Es como si los supervivientes se protegieran a sí mismos mediante
la ausencia de objetos que les hagan afrontar cara a cara la
realidad de la
pérdida. Otra manera de negar el significado pleno de la pérdida
es practicar un “olvido
selectivo”.
Negar
que la muerte sea irreversible
Otra estrategia usada para negar la
finitud de la muerte
es el espiritismo.
La esperanza de reunirse con
la persona muerte es un sentimiento normal, sobre todo
en los primeros
días o semanas después de la
pérdida. Sin embargo, la esperanza crónica de dicha reunión no es normal.
Llegar a aceptar la realidad de la pérdida
lleva tiempo porque
implica no sólo una aceptación intelectual
sino también emocional. La persona
en duelo puede ser intelectualmente
consciente de la finalidad de la pérdida mucho
antes de que
las emociones le permitan aceptar
plenamente la
información como
verdadera. Es fácil creer que la
persona amada y se recuerda que él/ella no está en el otro
extremo. A muchos padres les
costará meses decir: “mi hijo está
muerto y
nunca le volverá a tener”.
La creencia y la
incredulidad son intermitentes mientras
se intenta resolver
esta tarea:
“A veces las personas
en duelo parecen
estar bajo la influencia de la realidad o se comportan como
si aceptaran plenamente que el fallecido se ha ido; otras veces se comportan de manera irracional, bajo el dominio de la fantasía de una reencuentro final. En enfado se dirige el objeto perdido, al sí mismo, a otras personas que se cree que han causado la pérdida, al sí mismo, a otras personas
que se cree que han causado la pérdida, e incluso a los benévolos que con buena intención le recuerdan que la realidad de la
pérdida de la
pérdida es una características omnipresente”. Krupp y otros, 1986.
Aunque completar esta tarea plenamente lleva tiempo, los rituales
tradicionales como el funeral ayudan a muchas personas a encaminarse hacia
la aceptación. Los que no están presentes en el entierro pueden necesitar otras formas externas de validar la realidad de la muerte. La irrealidad es particularmente difícil en el caso de la muerte súbita,
especialmente si el
superviviente no ve el cuerpo del fallecido.
Parece que soñar que el fallecido está vivo es, no sólo un deseo de
que se haga realidad sino una manera que tiene la
mente de validar la realidad de la muerte mediante el contraste intenso que se produce
al despertar de
dicho sueño.
TAREA
II
TRABAJAR LAS EMOCIONES
Y EL
DOLOR DE LA PÉRDIDA
Es apropiado usar la palabra alemana “Schmerz” cuando se habla del dolor
porque su definición
más amplia incluye el dolor físico literal que mucha gente experimenta y el
dolor emocional y conductual asociado
con la pérdida. Es necesario
reconocer y trabajar este dolor o éste
se manifestará mediante algunos síntomas u otras formas de conducta disfuncional. Cualquier cosa que permita evitar o suprimir
de forma continua este dolor
es probable que prolongue el curso del duelo.
No todo el mundo experimenta el dolor con la misma intensidad ni lo que siente
de la
misma manera, pero es imposible perder
a alguien a quien se ha estado profundamente vinculado
sin experimentar cierto nivel de
dolor.
Puede haber una sutil interacción entre la sociedad
y la persona en duelo que hace más difícil completar la tarea II. La sociedad puede esta
incómoda con los sentimientos de estas
personas y, por lo tanto, da el mensaje sutil: “no necesitas
elaborarlo, sólo sientes
pena por ti mismo”. Esto interfiere con las propias defensas de la persona, llevándole
a negar la
necesidad de elaborar
los aspectos emocionales,
expresándolo como “no necesito
elaborar el duelo”. Abandonarse al dolor está estigmatizado
como algo mórbido, insano y desmoralizador.
Lo que se considera apropiado en un amigo que quiere bien a la persona en proceso de duelo es que la distraiga de su dolor.
La negación
de esta segunda tarea, de trabajar
el dolor, es no sentir.
La persona puede hacer un cortocircuito a la tarea II de muchas maneras,
la más obvia es bloquear sus sentimientos y negar
el dolor que está presente. A
veces entorpecen el proceso evitando
pensamientos dolorosos. Utilizan procedimientos de detención de pensamientos dolorosos. Utilizan procedimientos de
detención de
pensamientos para evitar sentir la disforia asociada con la pérdida. Algunas personas
lo que les protegen de la
incomodidad
de los pensamientos
desagradables. Idealizar al muerto, evitar
las cosas que le
recuerdan a él y usar alcohol o drogas son
otras maneras en que la gente se abstiene de cumplir esta tarea II.
Algunas personas que no entienden la necesidad de experimentar el dolor de la pérdida
intentan encontrar una cura geográfica. Viajan de un lugar a otro buscando
cierto alivio a sus emociones,
esto es lo opuesto a permitirse
a sí mismos dar rienda
suelta al dolor: sentirlo y
saber que un día se pasará.
Una joven minimizó su pérdida creyendo que su hermano estaba fuera del oscuro lugar en el
que había estado y en uno mejor después de su suicidio. Esto podía ser verdad pero le impidió experimentar el intenso enfado que sentía por haberla abandonado.
En el tratamiento, cuando se permitió a sí misma por primera vez sentir enfado dijo: “estoy enfadada con su comportamiento y no con él”. Finalmente fue capaz de reconocer este enfado directamente.
Hay unos pocos casos
en los que la persona superviviente tiene una respuesta eufórica ante la muerte,
pero no suele estar asociado con un rechazo
empático a creer que la
muerte ha ocurrido. Puede ir
acompañado
de
una
sensación vivida de la
presencia continua
del fallecido. Generalmente, estas respuestas eufóricas son extremadamente frágiles y efímeras.
Bowlby
dice “antes o
después, aquellos que
evitan todo duelo consciente, sufren un colapso,
habitualmente con alguna forma de depresión”. Uno de los propósitos del asesoramiento psicológico en
procesos de duelo es ayudar a facilitar
esta segunda tarea para que la gente no arrastre el dolor a lo largo de
su vida. Si la tarea II no se completa adecuadamente, puede que sea necesaria una terapia más
adelante, en un momento en que puede
ser más difícil retroceder y trabajar el dolor que ha estado evitando.
TAREA
III
ADAPTARSE
A UN MEDIO EN EL QUE EL FALLECIDO ESTÁ AUSENTE
Adaptarse a un nuevo medio significa cosas diferentes para personas
diferentes, dependiendo de cómo era la relación con el fallecido y de los distintos roles que desempeñaba. Este darse
cuenta muchas veces empieza alrededor
de tres meses después
de la pérdida e implica asumir el vivir sola, educar a los hijos, enfrentarse a una casa vacía y manejar la economía, en el caso
de una viuda, por ejemplo.
El superviviente no es consciente de todos los roles que desempeñaba el fallecido hasta algún tiempo
después de la pérdida.
Muchos supervivientes se resienten por tener que desarrollar nuevas habilidades
y asumir roles que antes
desempeñaban sus parejas.
La estrategia de afrontamiento de redefinir la pérdida de manera que pueda
redundar en beneficio del
superviviente tiene que ver, muchas veces, con que se complete la tarea III de manera exitosa.
La muerte les confronta también con el cuestionamiento que supone adaptarse a su propio sentido de sí
mismos.
El duelo puede suponer una regresión e intensa en la que las personas
se perciben a sí mismas como inútiles, inútiles, inadecuadas, incapaces,
infantiles, o personalmente
en quiebra. Los intentos de cumplir
con los roles del fallecido
pueden fracasar y esto, a su vez, puede llevar a una mayor sensación de baja autoestima. Cuando ocurre se cuestiona
la eficacia personal y la gente puede atribuir cualquier
cambio al azar o al destino y no a su
propia fuerza y habilidad. Con el tiempo
estas imágenes negativas dan paso a
otras más positivas y los supervivientes son capaces de continuar con sus tareas y aprender
nuevas formas de enfrentarse al
mundo.
El ajuste al propio sentido del mundo. La pérdida a causa de una muerte puede cuestionar los valores
fundamentales de la vida
de cada uno y sus creencias
filosóficas, creencias influidas
por nuestras familias, nuestros
pares, la educación
y la religión así como por las experiencias vitales.
No es extraño sentir que se ha perdido
la dirección en la vida. La persona busca significado
y su vida cambia para darle sentido a esta pérdida y
para recuperar cierto control.
Esto ocurre cuando se trata de muertes súbitas y prematuras. Para mucha gente no hay
una respuesta clara.
Detener la tarea III es no adaptarse a la pérdida. La persona
lucha contra sí misma fomentando su propia
impotencia, no desarrollando las habilidades de afrontamiento necesarias
o aislándose del mundo y no
asumiendo las exigencias del medio. Si embargo, la mayoría de la gente no sigue este curso negativo sino que decide que debe asumir los roles a los que no está
acostumbrada, desarrollar habilidades que nunca había tenido y seguir adelante con un nuevo sentido
del mundo.
TAREA
IV
RECOLOCAR
EMOCIONALMENTE AL FALLECIDO Y
CONTINUAR VIVIENDO
Volkan ha sugerido que una persona en duelo nunca olvida del
todo al fallecido al
que tanto valoraba en vida
y nunca rechaza totalmente su
rememoración. Nunca podemos eliminar a aquellos que han estado cerca de nosotros, de nuestra propia historia, excepto mediante
actos psíquicos que hieren nuestra propia
identidad.
La disponibilidad de un superviviente para empezar nuevas relaciones depende no de “renunciar” al cónyuge muerto sino de encontrarle
un lugar apropiado en su vida
psicológica, un lugar que es importe
pero que deja un espacio para los demás.
La tarea del
asesor se convierte entonces, no en ayudar
a la persona en duelo a
“renunciar” al cónyuge fallecido, sino en ayudarle a encontrar un lugar adecuado
para él en su vida emocional, un lugar
que le permita continuar viviendo de manera eficaz en el mundo.
Los padres muchas veces tienen dificultades para entender la noción de rechazo emocional. Si pensamos en la recolocación, la tarea del padre en duelo implica cierta relación
continuada con los pensamientos y
recuerdos que asocia con su hijo,
pero se trata de hacerlo de una manera
que le permita continuar con su vida después de dicha pérdida.
No se ha terminado la tarea IV sin amar. La cuarta
tarea se entorpece manteniendo el apego del pasado en vez de continuar
formando otros nuevos. Algunas
personas encuentran la pérdida tan
dolorosa que hacen un pacto consigo
mismos de no volver a querer nunca más.
Para muchas personas, la tarea IV es las más difícil de completar. Se quedan bloqueados en este punto y más tarde se dan cuenta de que su vida, en cierta manera, se detuvo cuando se produjo la pérdida. Pero
esta tarea se puede cumplir. Quedaría
reflejado cuando una chica dice:
“existen otras personas a las que
amar, y eso no significa que quiero menos a papá”.
El duelo acabaría cuando se han completado las cuatro tareas.
Un punto de referencia de un duelo acabado es cuando la persona es capaz
de pensar en el fallecido
sin dolor. Siempre hay una sensación de tristeza
cuando piensas en alguien que has querido y has perdido, pero es un tipo de tristeza
diferente, no tiene la cualidad de sacudida que tenía previamente. Se puede pensar en el fallecido sin manifestaciones físicas como llanto intenso o sensación de opresión en el
pecho. Además, el duelo acaba cuando
una persona puede volver a invertir sus emociones
en la vida y en los vivos.
Sin embargo, hay quien parece no acabar nunca el duelo. Shuchter descubrió que la gran mayoría de viudas y viudos han encontrado un poquito de estabilidad.... estableciendo una nueva
identidad y encontrando una dirección
en sus vidas. Los estudios de Parkes muestran que las viudas
pueden necesitar tres o cuatro años para
alcanzar la estabilidad.
Una de las cosas básicas que puede hacer la educación,
a través del asesoramiento psicológico, es alertar
a la gente del hecho
de que el duelo es un proceso
a largo plazo, y
su culminación no será un estado como
el que tenían antes del mismo. No se trata de un proceso
lineal. Puede reaparecer y se tendrá que volver a trabajar.
Geoffrey Gorer cree que la manera en que las personas
responden a las condolencias verbales da cierta indicación del punto del proceso del duelo en el que están. La aceptación agradecida de las mismas es uno de los signos más destacados de que la persona
lo está resolviendo satisfactoriamente.
El duelo se puede acabar, en cierto sentido,
cuando la persona recupera
el interés por la vida, cuando se siente más esperanzada, cuando experimenta
gratificación de nuevo y se adapta a
nuevos roles. También hay
un sentido en el que nunca acaba. Quizá la siguiente cita de Reud resulte útil. Escribió a su amigo Binswanger, cuyo hijo había muerto:
“encontramos un lugar para lo que perdemos. Aunque sabemos que después
de dicha pérdida la fase
aguda de duelo se calmará, también
sabemos que permaneceremos inconsolables y que nunca encontraremos un sustituto. No importa
qué es lo que llena el vacío,
incluso si lo llena completamente,
siempre hay algo más”.