martes, 3 de junio de 2014

EVENTOS TRAUMÁTICOS



También es claro que la exposición a eventos traumáticos debe producir un mayor nivel de tensión y angustia en las personas, así como que el recuerdo de lo sucedido será parte de la vida de las víctimas y no se borrará de su memoria. Ante una situación anormal -como las emergencias, desastres o catástrofes- ciertos sentimientos y reacciones son frecuentes. Puede ser que algunas de esas emociones no se hayan experimentado anteriormente, cada persona es diferente y puede responder de distintas manera en ciertos momentos.

También es claro que la exposición a eventos traumáticos debe producir un mayor nivel de tensión y angustia en las personas, así como que el recuerdo de lo sucedido será parte de la vida de las víctimas y no se borrará de su memoria. Pero se ha demostrado que sólo algunos sujetos experimentarán problemas más serios o duraderos que podrán clasificarse como psicopatología. La gran mayoría no sufre en esos momentos de ninguna enfermedad mental, sólo están experimentando reacciones esperadas ante un suceso significativo.

Las personas expuestas a situaciones tales como daño físico, accidentes de tránsito, violencia social, violencia familiar, haber observado la destrucción en la comunidad, ser arrastrado por corrientes de agua, ser testigos de muertes, sufrir grandes pérdidas, etc., pueden experimentar sentimientos, ideas y sensaciones corporales como miedo, angustia, pena, aflicción, tristeza, desesperanza, etc.

En el caso de las emergencias, desastres o catástrofes, el miedo no es tanto un clima emocional, cuanto una reacción colectiva episódica, siendo fundamental un manejo funcional – en medio de la tragedia- de parte de la comunidad afectada. Además, la probabilidad que el hecho se repita, generalmente, produce más temor en los sobrevivientes.

Cada persona vive y le da un significado diferente a las experiencias por las que ha atravesado. Patrones sociales y culturales determinan que los hombres y mujeres reaccionan de manera diferente; los hombres tienden a reprimir y guardar las emociones dolorosas así como sus sentimientos de angustia y miedo, les resulta difícil hablar y hacerlo lo interpretan como una debilidad; las mujeres tienden a comunicarse más fácilmente, a expresar sus temores y ansiedades, así como buscar apoyo y comprensión para sí mismas y sus hijos.

Es necesario tener en cuenta las características del adulto mayor. En algunas culturas son fuente de experiencia y sabiduría y son la memoria histórica de cómo las poblaciones, a lo largo del tiempo, han afrontado situaciones críticas; poseen un sentimiento de identidad, arraigo, así como de pertenencia y preservación de la cultura. Suelen ser un eje unificador al interior de la familia y la comunidad. Son personas que tienen conocimientos sobre métodos tradicionales de curación, apoyan, contienen y dan seguridad a los niños. Los ancianos transmiten experiencias a través de historias, cuentos y canciones; estas generalmente llevan un mensaje positivo de afrontamiento de las situaciones difíciles, hecho cultural que no debe ser descuidado en momentos de emergencias y desastres, cuando de recuperar a los seres humanos afectados se refiere.

Sin embargo, las experiencias de trabajo con adultos mayores también ponen de manifiesto aspectos de exclusión; algunos se encuentran aislados, carecen de redes de apoyo, son percibidos como una carga para sus familiares, no son tomados en cuenta como factores activos y productivos, se les mantiene desinformados para no “preocuparlos o angustiarlos” y se toman decisiones sobre sus vidas y pertenencias, sin consultarlos.

La mayoría presentan problemas de salud o discapacidades (físicas y/o psíquicas) a las cuales no se les concede, en ocasiones, importancia. También se hace más evidente el deterioro de sus habilidades físicas o mentales. Como factor de riesgo psicosocial adicional se puede citar que han sufrido pérdidas previas de personas significativas.

Todas estas consideraciones hacen más complejas y difíciles las manifestaciones psicosociales que presentan los ancianos como consecuencia de una emergencia, desastre o catástrofe y numerosos factores deben ser tomados en cuenta en el abordaje de este grupo poblacional específico.

Es necesario que las experiencias traumáticas, así como las pérdidas y el duelo adquieran diferentes formas de expresión, según la cultura, Los conceptos predominantes sobre la vida y la muerte y la ejecución de los ritos de despedida de los seres queridos adquieren relevancia en los procesos de adaptación y reelaboración de lo sucedido.

Las manifestaciones que describimos pueden ser solo la expresión de una respuesta comprensible ante las experiencias traumáticas vividas, pero también pueden ser indicadores de que se está pasando hacia una condición patológica. La valoración debe hacerse en el contexto de los hechos y las vivencias, determinando si se pueden interpretar como respuestas “normales o esperadas” o por el contrario, pueden identificarse como manifestaciones psicopatológicas que requieren mayores cuidados emocionales.

Algunos criterios para determinar que una expresión emocional se está convirtiendo en sintomática son:

Prolongación en el tiempo.
Sufrimiento intenso.
Complicaciones asociadas (ejemplo: una conducta suicida, alcoholismo, violencia de género, violencia social, bajo rendimiento laboral, apatía, depresión, etc.).
Afectación del funcionamiento social y cotidiano de la persona.

Los eventos físicos de un incidente crítico son evidentes y abordados inmediatamente. Los efectos emocionales tales como: miedo, ansiedad, estrés, ira, rabia, impotencia, resentimiento, bajo rendimiento laboral o escolar, etc.;  son cada vez más evidentes y lastimosamente no reciben la atención inmediata debida.

Para muchas víctimas, sus familias y amigos, estos efectos se mitigan e incluso desaparecen con el tiempo, sin que esto signifique que han sido superados de manera funcional. Sin embargo, para otros muchos, las secuelas son a mediano y largo plazo y alcanzan en ocasiones la condición de crónicas si no reciben un abordaje de atención adecuado.

Los eventos traumáticos son, en la mayoría de los casos, inesperados, incontrolables y golpean de manera intensa la sensación de seguridad y auto-confianza del individuo provocando intensas reacciones de vulnerabilidad y temor hacia el entorno. 

jueves, 15 de mayo de 2014

INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA - II

INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA EN EMERGENCIAS


TIPOS DE CRISIS

CRISIS DEL DESARROLLO O EVOLUTIVAS



Las crisis en el desarrollo, son aquellas relacionadas con el traslado desde una etapa del crecimiento a otro, desde la infancia hasta la senectud. Cada etapa del desarrollo se relaciona con ciertas tareas del crecimiento y cuando hay interferencia en su realización, es probable una crisis. Esto conduce a que muchas de estas etapas sean “predecibles”, sabemos con anticipación, que la gente tiene etapas decisivas que enfrentar en diversas ocasiones de sus vidas.

Este tipo de crisis se caracterizan por ser normales, universales, previsibles, no se las puede detener ni producir prematuramente, trasladan al individuo, en términos generales a la familia, a otro nivel de madurez y funcionamiento; y, provocan cambios permanentes en el status y en el funcionamiento de los miembros dentro de la familia. Algunos de los cambios evolutivos son sutiles y graduales, mientras que otros son abruptos y dramáticos; algunos son determinados por el reloj biológico, mientras que otros por los condicionamientos de la sociedad; algunos son asimilados por la persona y la familia con mayor facilidad, mientras que otros son resistidos.

La dificultad se da cuando reaccionamos a ellos como si fueran eventos catastróficos que vienen a acabar con nosotros, a quitarnos la paz y terminamos por perder el control sobre nuestros pensamientos y acciones. Le damos una proporción mayor que la que en realidad tienen y acabamos por agotarnos en un esfuerzo por salir a flote.

Las reacciones, sentimientos y emociones que provocan estas dificultades o inconvenientes, manejadas de una manera inadecuada pueden llevarnos a conductas no apropiadas, terminando en decisiones fallidas con serias consecuencias.
           

CRISIS CIRCUNSTANCIALES

No todas las crisis se limitan directamente al proceso natural de maduración, muchas son completamente impredecibles.

Las crisis circunstanciales son accidentales o inesperadas, generan un estrés real, manifiesto, impredecible y surgen de fuerzas externas ajenas al individuo y a la familia. Como vemos, la característica sobresaliente de estas crisis es que el suceso precipitante (inundación, ataque físico, muerte de un ser querido) tiene poca o ninguna relación con la edad del individuo o etapa del desarrollo en el curso de la vida.  Las crisis circunstanciales pueden afectar virtualmente a cualquiera en cualquier momento. Generalmente en nuestros pueblos latinoamericanos no se les ha dado mayor atención y se ha asumido, sin ninguna base científica, que no requieren de intervención profesional y que las personas, familias y comunidades suelen recuperarse e incluso desarrollar nuevas estrategias de sobrevivencia y sensibilidad ante el dolor emocional.

Sin embargo, la realidad en la que se desarrollan las personas que han sobrevivido a un desastre y que no han recibido una ayuda integral (física, psíquica, social) es otra. Se evidencia la necesidad de poner especial atención a la manera como se manejan las pérdidas a fin de facilitar la recuperación y el óptimo funcionamiento posterior. Para ello, el significado de la pérdida, el grado de interrupción a su proyecto de vida y la intensidad con que los valores han sido sacudidos, son de vital importancia.

Un evento traumático inesperado pone al organismo y al sistema familiar en desequilibrio y vulnerabilidad, lo cual hace que se reduzcan las defensas usuales. La sobrecarga del suceso precipitante deja la mente momentáneamente confundida; y, a la vez, abierta a sugerencias y “lista” para una decisión que la ponga ya sea en el camino de la oportunidad o en el camino del peligro.

Las crisis se contemplan como puentes decisivos y críticos donde el peligro y la oportunidad coexisten y en donde los riesgos son altos. En un sentido concreto, los resultados peligrosos pueden ser físicos o psicológicos. Suicidios, homicidios y otros menos mortales, formas de violencia física (esposa golpeada, abuso de niños, adicciones, infidelidad, entre otros), son ejemplos finales de peligro continuo.

Cuando sucede una emergencia o desastre se requiere, con carácter de urgente, una intervención externa de ayuda para aliviar o resolver los efectos producidos y restablecer la normalidad, en la medida de lo posible. Las emergencias y desastres pueden expresarse como verdaderas tragedias o dramas humanos y por ende en su abordaje no solo es necesario tener en cuenta los aspectos de atención a la salud física y las pérdidas materiales, sino también atender la aflicción y consecuencias psicológicas del evento en cuestión.


INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA - I

INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA EN EMERGENCIAS

Cuando un ser humano vivencia una emergencia, desastre o catástrofe se ve afectado en su equilibrio psicofisiológico y el estrés resultante puede originar crisis pesonales. Estas con frecuencia marcan un punto de viraje para la víctima, que influyen en sus reacciones emocionales, su conducta presente y en muchas ocasiones toda su vida se ve marcada por el severo impacto de estas experiencias.

Un persona que ha perdido de manera repentina un vínculo íntimo y significativo experimenta un proceso de duelo similar al que generalmente ocurre con la muerte natural de un ser cercano. Sin embargo, es necesario reconocer que esta sensación de pérdida y cambio brusco y repentino puede derivarse no sólo de la muerte, sino también de la destrucción de bienes personales, materiales o de una comunidad, por lo que es frecuente que éste lamente la pérdida del vínculo de seguridad y familiaridad con su hogar o sus recuerdos.

Una crisis es un período crucial o decisivo en la vida de una persona, un punto de viraje que tiene consecuencias físicas y emocionales. Es un período de desequilibrio psicológico precipitado por un cambio repentino y significativo en la situación vital del individuo. Este cambio exige la necesidad de ajustes internos y el uso de mecanismos de adaptación externa que rebasan temporalmente la capacidad del individuo.

El Individuo en crisis puede ser considerado como un sistema integral afectado por la interacción de cambios dinámicos. El punto esencial de la crisis es que el individuo se ve abrumado y el sistema puede entrar en desequilibrio.

La fluctuación grave de la homeostasis personal frente a un evento crítico, resulta de la desorganización de los sistemas psicológico y somático. Las consecuencias de esta fluctuación abarcan la tensión personal intensa y estrés. Tal desequilibrio puede depender de la muerte de un ser querido, pérdida de ingresos o bienes materiales, enfermedades, divorcio, nacimiento de un hijo, mudanzas u otras vivencias personales importantes o la vivencia de un desastre como una inundación, deslave, entre otros.

Brenson, (Neo-Humanista), expresa que la “crisis es una combinación de dos realidades: un peligro y una oportunidad, el peligro está en las reacciones disfuncionales que pueden tener las personas ante la tragedia; la oportunidad está en el crecimiento personal, en el fortalecimiento de los lazos familiares y en la solidaridad comunitaria que pueden surgir de las reacciones funcionales ante ella”.

Teóricamente se habla de tres posibles efectos de la crisis: el cambio para mejorar, empeorar o regresar a niveles previos de funcionamiento (Sugarman y Masheter, 1985), en vista que las crisis son tan desconcertantes considerándose puntos decisivos de cambio, donde el peligro y la oportunidad coexisten y donde los riesgos son altos y concretos (efectos psicológicos y físicos) (SLAIKEU, Karl).

El peligro está en las reacciones disfuncionales que puede tener una persona ante la situación que está provocando la crisis, la oportunidad está en el crecimiento personal que puede surgir de las reacciones funcionales ante ella.

Lo normal y sano en la crisis es su adecuado manejo, lo anormal e improductivo es el estancamiento, la rigidez, la resistencia al cambio y la involución.

Cada persona en un momento dado decide como percibir una situación de cambio y la crisis que trae consigo y de ello dependen los resultados posteriores a la crisis.

Cuando la persona percibe la oportunidad que encierra una situación de transición a pesar de las dificultades que impliquen en su momento, está facilitando o colaborando con su proceso evolutivo y una vez superada la situación, se encuentra con muchos más recursos que antes y capacitada para asumir nuevos retos.

Las crisis son normales, naturales y necesarias y se da en toda situación de cambio, ya que el cambio es una constante en la vida de todo ser humano. El ser humano no es estático, está en permanente movimiento de un momento para otro, de una manera natural.

La misma naturaleza facilita la comprensión de cada fin es un nuevo comienzo y cada muerte un nacimiento. Cuando se termina un ciclo de la vida a la vez posibilita la preparación para iniciar el siguiente ciclo. Cada ciclo o etapa de la evolución psicosocial (como de cualquier evolución) requiere el cumplimiento de una serie de tareas o pasos que pueden elaborarse más efectivamente durante el período crítico que representa la crisis. Intentar hacerlo antes por lo general es un fracaso porque no se está listo para ello, y el no elaborarlos oportunamente se convierte más adelante en una limitación interna y seguramente para superarlos habrá que retroceder y cumplir con aquello que nos saltamos u obviamos.

Tomado de Asistiendo a seres humanos en crisis. Guía de primeros auxilios emocionales para equipos de primera respuesta en emergencias, desastres y catástrofes. Centro Ecuatoriano para la Recuperación Emocional. Ecuador, 2011.



martes, 13 de mayo de 2014

PRIMEROS AUXILIOS EMOCIONALES


LOS PRIMEROS AUXILIOS EMOCIONALES Y LA INTERVENCIÓN EN CRISIS







Son un compromiso

...... con las personas que sufren y que han visto quebrantados sus registros de esperanza con la vida porque quizás no tuvieron ocasión de despedirse de los que se fueron cuando menos lo esperaban, porque quizás perdieron sus pequeños o grandes vestigios de su identidad histórica y se quedaron sin nada o porque tuvieron que experimentar la violencia y situaciones de estrés de manera especialmente intensa como quizás resulte difícil de imaginar o entender....... (López)



martes, 22 de abril de 2014

PRIMEROS AUXILIOS EMOCIONALES





No soy más que uno, pero soy uno.
No puedo hacerlo todo, pero puedo hacer algo.
Y por no poder hacer todo,
no quiero dejar de hacer "algo" que puedo.

E. Everett Hale

miércoles, 16 de abril de 2014

PRIMEROS AUXILIOS EMOCIONALES



LOS PRIMEROS AUXILIOS EMOCIONALES
EN TIEMPOS DE CRISIS





LA PÉRDIDA DEL PADRE O DE LA MADRE


EL DUELO EN LOS NIÑOS

LA PÉRDIDA DEL PADRE O DE LA MADRE



En el Diccionario de la Real Academia Española, el vocablo “duelo” tiene tres acepciones:

1. Dolor, lástima, aflicción o sentimiento, 2. Demostraciones que se hacen para manifestar el sentimiento que se tiene por la muerte de alguien y 3. Reunión de parientes, amigos o invitados que asisten a la casa mortuoria, a la conducción del cadáver al cementerio o a los funerales.

A nosotros nos interesa ahora las dos primeras acepciones y hablamos de duelo al referirnos a la reacción de una persona ante la muerte de un ser querido. Nos referimos al conjunto de fenómenos que los seres humanos manifestamos en los ámbitos psicológico, biológico y social tras una pérdida afectiva. El duelo consiste en un proceso adaptativo, es decir, que “se va elaborando”.

Se trata de uno de los acontecimientos más estresantes en la vida de una persona y cada individuo necesita un tiempo variable para la recuperación. Cuando no se tienen los recursos suficientes para afrontar la pérdida se entra en el terreno del “duelo complicado” y se necesita una atención psicológica especializada.

Los factores que predisponen a un duelo complicado son de diversa índole: 1. Relacionales (de dependencia, de conflictividad con aparición de autorreproches, etc), 2. Circunstanciales (juventud del fallecido, muerte súbita, muerte incierta por desaparición, etc), 3. Personales (más complicado en el varón, problemas previos de salud física o mental, duelos anteriores no resueltos, etc) y 4. Sociales (ausencia de apoyo social o familiar, nivel socioeconómico bajo, etc).

Un caso especial de riesgo para un duelo complicado es el de los niños y adolescentes que pierden al padre o a la madre (1). Es éste un tema tan importante que ya tiene 975.000 entradas en Internet, aunque todavía son pocos los estudios rigurosos y bien diseñados.


La edad en la que se puede empezar a hablar de duelo suscita muchas controversias entre los distintos autores, desde los que niegan su existencia antes de la adolescencia (una minoría) hasta los que observan manifestaciones de duelo a partir de los seis meses de vida. A partir de esta edad puede decirse que el niño experimenta la angustia de la separación cuando la madre está ausente.


Nota

El presente documento está orientado a aquellos que brindan asistencia a niños y adolescentes que han perdido a un ser querido o aquellos que cuidan la salud mental de personas en condición de vulnerabilidad como es la pérdida de un ser significativo en la vida del ser humano. Contiene una serie de aportes y sugerencias especializadas a ser tomadas en cuenta.

Es un referente para los familiares de niños y adolescentes que estén atravesando esta situación tan dolorosa y como tal les proporciona una guía para buscar en un determinado momento, mejor si es de manera inmediata, asistencia psicológica especializada.


A continuación le registramos el enlace en el cual está el documental completo para que lo tomen en cuenta:

http://www.seom.org/seomcms/images/stories/recursos/sociosyprofs/documentacion/manuales/duelo/duelo11.pdf


LA PENA POR LA MUERTE DE UN SER QUERIDO


LOS NIÑOS Y LA PENA POR LA MUERTE 

DE UN SER QUERIDO





Cuando un miembro de la familia muere, los niños reaccionan de manera diferente a los adultos. Los niños de edad pre-escolar creen que la muerte es temporera y reversible, esta creencia está reforzada por los personajes en dibujos animados que se mueren y reviven otra vez. Los niños de entre cinco y nueve años comienzan a pensar más como los adultos acerca de la muerte, pero todavía no pueden imaginarse que ellos o alguien que ellos conocen, pueda morir.

A la conmoción y a la confusión que sufre el niño que ha perdido su hermanito, hermanita, papá o mamá se le añade la falta de atención adecuada de otros familiares que lloran esa misma muerte y que no pueden asumir adecuadamente la responsabilidad normal de cuidar al niño.

Los padres deben estar conscientes de cuáles son las reacciones normales de los niños ante la muerte de un familiar, así como de las señales que indican que el niño está teniendo dificultad enfrentándose a la pena. Es normal que durante las semanas siguientes a la muerte algunos niños sientan una tristeza profunda o que persistan en creer que el familiar querido continúa vivo. Sin embargo, la negación a largo plazo a admitir que la muerte ocurrió o el evitar las demostraciones de tristeza, no es saludable y puede resultar en problemas más severos en el futuro.

No se debe obligar a un niño asustado a ir al velorio o al entierro de un ser querido; sin embargo, el honrar o recordar a la persona de alguna manera, como por ejemplo, encender una velita, decir plegarias, preparar un álbum de recortes, revisar las fotografías o el contar una historia, puede ser de mucha ayuda. A los niños se les debe de permitir el expresar su pérdida y pena como ellos crean.

Una vez que el niño acepta la muerte, es normal que manifieste su tristeza de vez en cuando a través de un largo período de tiempo, a veces en momentos inesperados. Sus parientes sobrevivientes deben pasar todo el tiempo posible con el niño y hacerle saber que tiene permiso para manifestar sus sentimientos libre y abiertamente.

Si la persona muerta era esencial para la estabilidad del mundo del niño, la ira es una reacción natural. Esta ira se puede manifestar en juegos violentos, pesadillas, irritabilidad o en una variedad de otros comportamientos. A menudo el niño mostrará enojo hacia los miembros sobrevivientes de la familia.

Después de la muerte de un padre o una madre, muchos niños actuarán como si tuviesen menor edad. El niño temporeramente actúa de manera más infantil exigiendo comida, atención, cariño y habla como un bebé. Los niños más pequeños frecuentemente creen que ellos son la causa de lo que sucede a su alrededor. El pequeño puede creer que su papá, abuelito, hermano o hermana se murió porque él una vez cuando tenía coraje deseó que se muriera. El niño se siente culpable porque cree que su deseo se "realizó”.

Los niños con problemas serios de pena y de pérdida pueden mostrar una o más de las siguientes señales:


·    Un período prolongado de depresión durante el cual el niño pierde interés en sus actividades y eventos diarios
·         Insomnio, pérdida del apetito o el miedo prolongado a estar solo
·         Regresión a una edad más temprana por un período extendido de tiempo
·         Imitación excesiva de la persona muerta
·         Decir frecuentemente que quisiera irse con la persona muerta
·         Aislamiento de sus amiguitos
·         Deterioro pronunciado en los estudios o el negarse a ir a la escuela


Si estos síntomas persisten, puede que se necesite ayuda profesional. Un siquiatra de niños y adolescentes u otro profesional de la salud mental capacitado puede ayudar al niño a aceptar la muerte y asistir a los sobrevivientes para que ayuden al niño durante el proceso de pena y luto.


FUENTE: AMERICAN ACADEMY OF CHILD & ADOLESCENT PSICHIATRY


lunes, 7 de abril de 2014

EL DUELO EN LOS NIÑOS



EL DUELO EN LOS NIÑOS

Apuntes sobre el Tapete

1.  Para recuperarnos sanamente de la pérdida de un ser querido existen muchos factores que son importantes y nos ayudan, pero ninguno de ellos es tan importante como la presencia de otro ser humano, especialmente si éste ha recibido algo de educación en duelo

2.     Es preciso desligar nuestro amor de la presencia física de lo que amamos. En el momento en que nuestro amor no depende de una presencia, trascendemos, damos un paso más en nuestro acercamiento al verdadero amor (y esto, ya de por sí, tiene un efecto analgésico). Debemos amar a nuestros seres queridos más allá de su presencia física, es decir, amarlos sin la necesidad de tener que verlos.

3.   Cuando era joven, aprendí que sólo había una cosa obligatoria: la muerte.  Fui madurando y aprendí que también había otra cosa obligatoria: pagar impuestos. Hoy, siendo un hombre maduro, he aprendido que también hay una tercera cosa obligatoria: tener pérdidas, perder seres queridos. De tres cosas obligatorias en la vida, dos de ellas están relacionadas con la muerte... y seguimos sin querer saber nada de ella. Dado lo inevitable de la muerte, la educación en duelo DEBERIA ser obligatoria.

4.    Los buenos recuerdos se atesoran, los malos recuerdos se deben sanar. Entre las estrategias útiles para sanar los malos recuerdos se incluyen: "poner los buenos recuerdos encima", replantearlos (re-estructurarlos), perdonar, identificar, ventilar y estar en contacto con ellos; si a eso le añadimos -cuando puede darse- un ritual, la efectividad de la estrategia será mayor. Por otra parte, el proceso de atesoramiento implica sanación interior.

5.    A veces no solo enterramos o cremamos físicamente a nuestros muertos, sino que también lo hacemos emocionalmente: les ponemos allí, en nuestro corazón, en un lugar lejano del mismo donde no "molesten" (duelan) mucho, de forma que si surgen, les frenamos para que el dolor no sea tanto. Hay que rescatar a nuestros muertos de su muerte y "desenterrarlos" emocionalmente. Es parte esencial del proceso de sanación.


CONDICIONES FAVORABLES PARA UN DUELO SANO


     1.      Información
     2.      Compañía
     3.      Conversación

 ¿Qué hacer después de la emergencia?


1. Información

Es decir, educación en duelo: qué es el duelo, cómo se presenta, qué me puede pasar, qué puedo hacer, qué pueden hacer otros por mi, etc.). Debemos recordar que una situación será tanto más angustiante cuanto más la desconozcamos. Se trata de la primera de las tareas del duelo.



2. Compañía

Mi entorno familiar y social inmediato como interlocutores de mi dolor, que conozcan tanto del duelo como yo, llenos de paciencia y que sepan acompañarme y escucharme.


3. Conversación

Una de mis tareas más importantes es el hablar, hablar y hablar de mi ser querido, del dolor, de lo que le acompaña, de mis angustias, del colapso de mi futuro, de mi rabia y de mi desesperación.



PRIMER PRINCIPIO EN DUELO

1.      Sólo yo se el dolor que yo siento, sólo yo se qué es lo que me sirve o no me sirve (aunque, ciertamente, nunca sobra consultar a un ESPECIALISTA en duelo).

  
SEGUNDO PRINCIPIO EN DUELO

Lo que no sirve, estorba (es decir, evitar todo aquello que entorpezca el desarrollo del trabajo del duelo).


En ninguna otra situación como en el duelo, el dolor producido es total: es un dolor biológico (duele el cuerpo), psicológico (duele la personalidad), social (duele la sociedad y su forma de ser), familiar (nos duele el dolor de otros) y espiritual (duele el alma). En la pérdida de un ser querido duele el pasado, el presente y especialmente el futuro.Toda la vida, en su conjunto, duele




EN LOS NIÑOS

Cuando la muerte toca a la familia trae dolor, llanto, angustia, depresión, desasosiego, sentimientos que quizá con el pasar del tiempo se vayan calmando; pero cuando la muerte toca directamente a un niño, es un episodio que deberá ir de la mano de especialistas para ayudarle a elaborar el duelo.

El duelo es un acto casi obligatorio para las personas que han sufrido una pérdida, es un paso necesario para sobrellevar esa amarga experiencia. En muchos casos es inevitable que la persona afectada lo realice con un tratamiento psicológico. Para otras será mejor hacerlo solos o con su familia, que deberá ser el  mayor soporte en dicha etapa.

Jorge Ignacio Montoya Carrasquilla es médico gerontopsiquiatra, desde hace 11 años, es el director de la Unidad de Duelo de Funeraria San Vicente en Medellín, Colombia, y se ha dedicado por completo al estudio del duelo. Con sus amplios conociminetos asegura que para atravesar esta experiencia el primer y más importante grupo de duelo es la familia quien debe estar muy bien asesorada por especialistas en duelo. No obstante, si no se cuenta con este recurso, habrá que recurrir a una unidad de duelo local. El colegio es otro grupo de gran  importancia en la recuperación de los niños, sin embargo asegura Montoya que es muy lamentable que no saben ni están preparados para la atención de niños en duelo.

Los padres o personas que quedan a cargo de los menores afectados, deberán informarse, leer y consultar a especialistas en duelo de niños, no debe ser cualquiera. Con esto podrán entender y sabrán como hacer que los niños expresen su dolor, angustia y tristeza; pues crear un clima donde el niño se sienta comprendido y seguro para expresarse es un elemento fundamental.


Tareas del duelo en la infancia

  1. Lo primero que debe hacer el menor cuando conoce la pérdida es encontrar un adulto comprensivo, protector y consolador.

  1. Aprender a identificar (poner nombre) y manejar sus emociones: identificar, enfrentar y tratar el dolor psicológico y los otros síntomas y signos que acompañan al conocimiento de la pérdida.

  1. Confirmar y reafirmar su concepto actual de muerte.

  1. Aceptar y reelaborar la pérdida y la lucha.

  1. Aprender a vivir sin el ser querido muerto: formar una nueva relación sin excesivo temor a la pérdida y sin la constante necesidad de comparar la nueva relación con la vieja y formar una nueva con el muerto que evolucionará con el tiempo y que llegará a ser una presencia interna mantenida para el niño.

  1. Ser capaz de luchar con el resurgimiento de las emociones dolorosas en cada transición, pérdida o problema.

  1. Reasumir sus actividades de la vida diaria y sus metas del desarrollo.

La historia de Juan David

Juan David Ramírez tiene 12 años. Perdió a su hermano mayor hace casi un año, en un accidente de tránsito. Fueron momentos que jamás quisiera recordar ni él ni su madre, Edith Giraldo.

Él y su hermano eran muy amigos, a pesar de la diferencia de edades, se mantenían juntos, compartían juegos, tiempo y la habitación.  Todo el tiempo después de la muerte fue muy duro, no era capaz de dormir solo, lloraba recordando las canciones que a su hermano le gustaban, el silencio era su mejor aliado y escribía oraciones para su hermano.

Su madre vio la importancia de buscar ayuda profesional para que le ayudaran en la elaboración del duelo, y no dudó en buscarle una cita con el psicólogo del colegio. Aunque ya terminó el tratamiento, Edith asegura que aún le falta terminar el duelo, porque todavía lo recuerda con nostalgia, es muy callado y no acepta que se escuche cierto tipo de música.

Pero para el médico Montoya, en el proceso del duelo lo más importante es sentir, y esto sólo se conseguirá si los adultos o personas que cuidan al pequeño permiten que lo haga. La paciencia, compañía y diálogo son algunos elementos importantes para pasar el duelo.

Algunos consejos para ayudar a un niño a recuperarse de su dolor son:

·         Dedíquele tiempo.
·         Permanezca a su lado.
·         Deja que los demás le ayuden.
·         Abandone las ideas preconcebidas.
·         Dele la oportunidad de expresarse.
·         Anímelo a hacer alguna actividad física.
·         Lean un libro juntos.
·         Recurra a una escuela de padres o grupo de ayuda mutua.
·         Sea consciente de cuando buscar ayuda profesional.