INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA EN EMERGENCIAS
Cuando un ser humano vivencia una
emergencia, desastre o catástrofe se ve afectado en su equilibrio
psicofisiológico y el estrés resultante puede originar crisis pesonales. Estas
con frecuencia marcan un punto de viraje para la víctima, que influyen en sus
reacciones emocionales, su conducta presente y en muchas ocasiones toda su vida
se ve marcada por el severo impacto de estas experiencias.
Un persona que ha perdido de
manera repentina un vínculo íntimo y significativo experimenta un proceso de
duelo similar al que generalmente ocurre con la muerte natural de un ser
cercano. Sin embargo, es necesario reconocer que esta sensación de pérdida y
cambio brusco y repentino puede derivarse no sólo de la muerte, sino también de
la destrucción de bienes personales, materiales o de una comunidad, por lo que
es frecuente que éste lamente la pérdida del vínculo de seguridad y
familiaridad con su hogar o sus recuerdos.
Una crisis es un período crucial o decisivo en la vida de una persona,
un punto de viraje que tiene consecuencias físicas y emocionales. Es un período
de desequilibrio psicológico precipitado por un cambio repentino y
significativo en la situación vital del individuo. Este cambio exige la
necesidad de ajustes internos y el uso de mecanismos de adaptación externa que
rebasan temporalmente la capacidad del individuo.
El Individuo en crisis puede ser considerado como un sistema integral
afectado por la interacción de cambios dinámicos. El punto esencial de la crisis
es que el individuo se ve abrumado y el sistema puede entrar en desequilibrio.
La fluctuación grave de la homeostasis personal frente a un evento
crítico, resulta de la desorganización de los sistemas psicológico y somático.
Las consecuencias de esta fluctuación abarcan la tensión personal intensa y
estrés. Tal desequilibrio puede depender de la muerte de un ser querido,
pérdida de ingresos o bienes materiales, enfermedades, divorcio, nacimiento de
un hijo, mudanzas u otras vivencias personales importantes o la vivencia de un
desastre como una inundación, deslave, entre otros.
Brenson,
(Neo-Humanista), expresa que la “crisis es una combinación de dos
realidades: un peligro y una oportunidad, el peligro está en las reacciones
disfuncionales que pueden tener las personas ante la tragedia; la oportunidad
está en el crecimiento personal, en el fortalecimiento de los lazos familiares
y en la solidaridad comunitaria que pueden surgir de las reacciones funcionales
ante ella”.
Teóricamente se habla de tres posibles
efectos de la crisis: el cambio para mejorar, empeorar o regresar a niveles
previos de funcionamiento (Sugarman y Masheter, 1985), en vista que las crisis
son tan desconcertantes considerándose puntos decisivos de cambio, donde el
peligro y la oportunidad coexisten y donde los riesgos son altos y concretos
(efectos psicológicos y físicos) (SLAIKEU, Karl).
El peligro está en las reacciones
disfuncionales que puede tener una persona ante la situación que está
provocando la crisis, la oportunidad está en el crecimiento personal que puede
surgir de las reacciones funcionales ante ella.
Lo normal y sano en la crisis
es su adecuado manejo, lo anormal e improductivo es el estancamiento, la
rigidez, la resistencia al cambio y la involución.
Cada persona en un momento dado
decide como percibir una situación de cambio y la crisis que trae consigo y de
ello dependen los resultados posteriores a la crisis.
Cuando la persona percibe la
oportunidad que encierra una situación de transición a pesar de las
dificultades que impliquen en su momento, está facilitando o colaborando con su
proceso evolutivo y una vez superada la situación, se encuentra con muchos más recursos
que antes y capacitada para asumir nuevos retos.
Las crisis son normales,
naturales y necesarias y se da en toda situación de cambio, ya que el cambio es
una constante en la vida de todo ser humano. El ser humano no es estático, está
en permanente movimiento de un momento para otro, de una manera natural.
La misma naturaleza facilita la
comprensión de cada fin es un nuevo comienzo y cada muerte un nacimiento.
Cuando se termina un ciclo de la vida a la vez posibilita la preparación para
iniciar el siguiente ciclo. Cada ciclo o etapa de la evolución psicosocial
(como de cualquier evolución) requiere el cumplimiento de una serie de tareas o
pasos que pueden elaborarse más efectivamente durante el período crítico que
representa la crisis. Intentar hacerlo antes por lo general es un fracaso
porque no se está listo para ello, y el no elaborarlos oportunamente se
convierte más adelante en una limitación interna y seguramente para superarlos
habrá que retroceder y cumplir con aquello que nos saltamos u obviamos.
Tomado de Asistiendo a seres humanos en crisis. Guía de primeros auxilios emocionales para equipos de primera respuesta en emergencias, desastres y catástrofes. Centro Ecuatoriano para la Recuperación Emocional. Ecuador, 2011.
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