jueves, 15 de mayo de 2014

INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA - II

INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA EN EMERGENCIAS


TIPOS DE CRISIS

CRISIS DEL DESARROLLO O EVOLUTIVAS



Las crisis en el desarrollo, son aquellas relacionadas con el traslado desde una etapa del crecimiento a otro, desde la infancia hasta la senectud. Cada etapa del desarrollo se relaciona con ciertas tareas del crecimiento y cuando hay interferencia en su realización, es probable una crisis. Esto conduce a que muchas de estas etapas sean “predecibles”, sabemos con anticipación, que la gente tiene etapas decisivas que enfrentar en diversas ocasiones de sus vidas.

Este tipo de crisis se caracterizan por ser normales, universales, previsibles, no se las puede detener ni producir prematuramente, trasladan al individuo, en términos generales a la familia, a otro nivel de madurez y funcionamiento; y, provocan cambios permanentes en el status y en el funcionamiento de los miembros dentro de la familia. Algunos de los cambios evolutivos son sutiles y graduales, mientras que otros son abruptos y dramáticos; algunos son determinados por el reloj biológico, mientras que otros por los condicionamientos de la sociedad; algunos son asimilados por la persona y la familia con mayor facilidad, mientras que otros son resistidos.

La dificultad se da cuando reaccionamos a ellos como si fueran eventos catastróficos que vienen a acabar con nosotros, a quitarnos la paz y terminamos por perder el control sobre nuestros pensamientos y acciones. Le damos una proporción mayor que la que en realidad tienen y acabamos por agotarnos en un esfuerzo por salir a flote.

Las reacciones, sentimientos y emociones que provocan estas dificultades o inconvenientes, manejadas de una manera inadecuada pueden llevarnos a conductas no apropiadas, terminando en decisiones fallidas con serias consecuencias.
           

CRISIS CIRCUNSTANCIALES

No todas las crisis se limitan directamente al proceso natural de maduración, muchas son completamente impredecibles.

Las crisis circunstanciales son accidentales o inesperadas, generan un estrés real, manifiesto, impredecible y surgen de fuerzas externas ajenas al individuo y a la familia. Como vemos, la característica sobresaliente de estas crisis es que el suceso precipitante (inundación, ataque físico, muerte de un ser querido) tiene poca o ninguna relación con la edad del individuo o etapa del desarrollo en el curso de la vida.  Las crisis circunstanciales pueden afectar virtualmente a cualquiera en cualquier momento. Generalmente en nuestros pueblos latinoamericanos no se les ha dado mayor atención y se ha asumido, sin ninguna base científica, que no requieren de intervención profesional y que las personas, familias y comunidades suelen recuperarse e incluso desarrollar nuevas estrategias de sobrevivencia y sensibilidad ante el dolor emocional.

Sin embargo, la realidad en la que se desarrollan las personas que han sobrevivido a un desastre y que no han recibido una ayuda integral (física, psíquica, social) es otra. Se evidencia la necesidad de poner especial atención a la manera como se manejan las pérdidas a fin de facilitar la recuperación y el óptimo funcionamiento posterior. Para ello, el significado de la pérdida, el grado de interrupción a su proyecto de vida y la intensidad con que los valores han sido sacudidos, son de vital importancia.

Un evento traumático inesperado pone al organismo y al sistema familiar en desequilibrio y vulnerabilidad, lo cual hace que se reduzcan las defensas usuales. La sobrecarga del suceso precipitante deja la mente momentáneamente confundida; y, a la vez, abierta a sugerencias y “lista” para una decisión que la ponga ya sea en el camino de la oportunidad o en el camino del peligro.

Las crisis se contemplan como puentes decisivos y críticos donde el peligro y la oportunidad coexisten y en donde los riesgos son altos. En un sentido concreto, los resultados peligrosos pueden ser físicos o psicológicos. Suicidios, homicidios y otros menos mortales, formas de violencia física (esposa golpeada, abuso de niños, adicciones, infidelidad, entre otros), son ejemplos finales de peligro continuo.

Cuando sucede una emergencia o desastre se requiere, con carácter de urgente, una intervención externa de ayuda para aliviar o resolver los efectos producidos y restablecer la normalidad, en la medida de lo posible. Las emergencias y desastres pueden expresarse como verdaderas tragedias o dramas humanos y por ende en su abordaje no solo es necesario tener en cuenta los aspectos de atención a la salud física y las pérdidas materiales, sino también atender la aflicción y consecuencias psicológicas del evento en cuestión.


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