DIEZ PASOS PRÁCTICOS PARA ADAPTARSE
A LA
PÉRDIDA
Robert A. Neimeyer
Robert A. Neimeyer
1.
Tomarse en serio las pequeñas
pérdidas. Dedicando tiempo a mostrar que
nos preocupamos por un amigo que se muda lejos de nosotros o a vivir la tristeza
que sentimos cuando dejamos una casa que se ha quedado grande o pequeña
para nuestras necesidades, nos damos a nosotros mismos la oportunidad para “ensayar” nuestra adaptación a las
pérdidas importantes de nuestras vidas. De un modo parecido, podemos utilizar la muerte de un simple
pez de colores como una “oportunidad
para aprender”, instruyendo a los niños sobre el significado de la muerte y su lugar
en la vida, preparándoles para futuras pérdidas.
2. Tomarse tiempo para sentir. Aunque las pérdidas más importantes plantean toda una serie de exigencias prácticas que hacen
que sea
difícil “enfrascarnos” en nuestras
reflexiones
privadas,
debemos encontrar algunos momentos de tranquilidad para estar solos y
sin distracciones. Escribir en privado sobre nuestras experiencias y
reflexiones en momentos de cambio puede ser una forma de mejorar nuestra sensación de alivio y
comprensión.
3. Encontrar formas sanas de descargar el estrés. Prácticamente por definición, cualquier tipo de
transición es estresante. Debemos buscar formas constructivas
de dominar este estrés, ya sea a través de la actividad, el ejercicio, el entrenamiento en relajación o la
oración.
4.
Dar sentido a la pérdida. En lugar de intentar quitarnos de la
cabeza cualquier pensamiento sobre la
pérdida, es mejor que nos permitamos obsesionarnos
con ella. Intentando
desterrar las imágenes dolorosas
sólo conseguimos darles
más poder.
A medida que vamos
elaborando una historia coherente de nuestra experiencia, vamos logrando
una mayor perspectiva.
5. Confiar en alguien. Las cargas compartidas son menos pesadas. Debemos encontrar personas,
que pueden ser familiares, amigos, religiosos o terapeutas, a las que podamos explicarles lo que estamos pasando sin que nos interrumpan con su propio “orden del día”. Lo mejor es aceptar con elegancia los gestos de apoyo y lo oídos dispuestos a escuchar, sabiendo que llegará un momento en que tendremos que devolver el favor.
6. Dejar a un lado la necesidad
de controlar a los demás. Las otras personas afectadas
por la pérdida tienen su propia manera de elaborarla y siguen
su propio ritmo. No debemos
obligarlas a adaptarse al camino que nosotros seguimos para elaborar nuestro dolor.
7.
Ritualizar la pérdida
de un modo que tenga sentido para nosotros. Si el funeral que se ha celebrado por el
fallecimiento de nuestro ser querido
no nos ha satisfecho, podemos preparar un acto que satisfaga
nuestras necesidades. Hay maneras
creativas de honrar las pérdidas no tradicionales que encajan con nosotros y
con las transiciones que atravesamos.
8. No
resistir al cambio. Las pérdidas de personas y roles que ocupan un papel
central en nuestras vidas
nos transforman para siempre. Lo mejor
es abrazar estos cambios, buscando las oportunidades que
presentan para el crecimiento, independientemente de lo agridulces que puedan
resultar, esforzarnos por crecer con la experiencia de la pérdida, al mismo tiempo que reconocemos los aspectos en los que nos
ha empobrecido.
9. Cosechar el fruto de la pérdida.
La pérdida hace que revisemos nuestras prioridades vitales y podemos buscar
oportunidades
para aplicar lo que nos enseña a proyectos
y relaciones futuras.
Debemos dejar que nuestras reflexiones
constructivistas
encuentren una
forma de
expresión en acciones
adecuadas, quizás ayudando
a otras personas que lo necesiten.
10. Centrarse en las propias convicciones religiosas. Podemos utilizar
la pérdida como una oportunidad
para revisar y renovar las creencias religiosas y
filosóficas que ya dábamos por supuestas, buscando una espiritualidad más profunda y templada.
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